[caption id="attachment_16462" align="alignleft" width="1024"] (foto: Remo Casilli/Reuters/Newscom)[/caption]
Cuando los líderes del G-20 se reúnan en Roma este fin de semana, el audaz diseño de La Nuvola, el recinto en donde se celebrará a reunión, les puede servir de inspiración.
Así como el arquitecto creó un asombroso nuevo espacio, los líderes mundiales tienen que tomar medidas enérgicas de inmediato para poner fin a la pandemia y crear espacio para una economía más sostenible e inclusiva.
Lo bueno es que los cimientos de la recuperación siguen siendo sólidos, gracias al efecto combinado de las vacunas y las excepcionales medidas de política sincronizadas impulsadas por el G-20. Pero el avance se ha visto frenado especialmente por las nuevas variantes del virus y su impacto económico, así como por trastornos en las cadenas de abastecimiento.
El FMI recortó hace poco su pronóstico de crecimiento mundial a 5,9% para este año. Las perspectivas son muy inciertas, y predominan los riesgos a la baja. Los niveles de inflación y deuda están creciendo en muchas economías. La divergencia de rumbos económicos está tornándose más persistente, ya que muchos países en desarrollo necesitan con urgencia más vacunas y recursos para apoyar sus recuperaciones.
¿Qué se debe hacer entonces?
En nuestro nuevo informe al G-20 se hace un llamado para que dentro de cada economía se tomen medidas contundentes. Por ejemplo, la política monetaria debería ser paciente ante los aumentos transitorios de la inflación, pero debería estar lista para actuar sin demora si las expectativas de aumento de la inflación se hacen palpables. En este caso, la clara comunicación de los planes de política es más importante que nunca para evitar repercusiones transfronterizas adversas.
Si las políticas monetaria y fiscal se calibran cuidadosamente, encuadrándolas dentro de sólidos marcos a mediano plazo, se puede generar más margen para gasto en salud y en los grupos vulnerables. Estas calibraciones pueden arrojar rápidos beneficios a lo largo de 2022.
A continuación, las reformas estructurales a favor del crecimiento generan el grueso de los avances adicionales; estamos hablando de políticas en el mercado laboral que incentiven la búsqueda de empleo y la reconversión profesional, y reformas de las regulaciones de los mercados de productos para reducir las barreras de entrada y así crear oportunidades para nuevas empresas. Un programa de este tipo con políticas a corto y mediano plazo podría incrementar el PIB real agregado del G-20 en aproximadamente USD 4,9 billones hasta 2026.
Claro que, dada la enormidad de los desafíos, las medidas internas de política no serán suficientes. Se necesita también una actuación inmediata y mancomunada impulsada por el G-20 —no meros compromisos— en torno a tres prioridades:
En primer lugar, cerrar las brechas de financiamiento y distribuir dosis de vacunas para poner fin a la pandemia.
La pandemia sigue siendo el mayor riesgo para la salud económica, y su impacto se ve agravado por el acceso desigual a las vacunas y las grandes disparidades en materia de recursos fiscales. Es por eso que tenemos que alcanzar las metas fijadas por el FMI conjuntamente con el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), de vacunar por lo menos al 40% de la población de cada país antes de que termine 2021, y al 70% para mediados de 2022.
Pero andamos retrasados: unos 75 países, la mayoría en África, no han avanzado lo suficiente como para alcanzar la meta de 2021.
Para subsanar esta situación, el G-20 debe proporcionar aproximadamente USD 20.000 millones más en financiamiento mediante donaciones para pruebas, tratamientos, suministros médicos y vacunas. Estos fondos adicionales cerrarían un crucial brecha de financiamiento.
También es necesario tomar medidas inmediatas para incrementar el suministro de vacunas en el mundo en desarrollo. Los países del G-20 han prometido más de 1.300 millones de dosis a la iniciativa COVAX, pero se han entregado menos de 170 millones. Por lo tanto, es esencial que los países cumplan sus compromisos de inmediato.
Algo igualmente importante es replanificar los calendarios de entrega de dosis ya compradas, de modo que el comprador que las necesite más urgentemente las reciba primero. Los países en los que la cobertura de las vacunas es alta deben reprogramar las fechas de entrega con COVAX y el Fondo de Adquisición de Vacunas para África (AVAT) para acelerar la distribución a países vulnerables.
Debemos tomar estas y otras medidas para salvar vidas y afianzar la recuperación. De prolongarse los efectos de la COVID-19, la enfermedad podría ocasionar una reducción acumulada del PIB mundial de USD 5,3 billones en los próximos cinco años con respecto a la proyección actual. ¡Eso no sería un resultado aceptable!
En segundo lugar, ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a las secuelas financieras.
Pese a que la recuperación mundial continúa, demasiados países aún están sufriendo graves estragos. La pandemia ha provocado un repunte de la pobreza y el hambre, que ha elevado a más de 800 millones el número de personas desnutridas en 2020.
En esta precaria situación, a los países vulnerables no se les puede pedir que elijan entre pagar a los acreedores o prestar ayudas urgentes sanitarias y ayudas para combatir la pandemia.
De hecho, algunos de los países más pobres del mundo se han beneficiado de la iniciativa impulsada por el G-20 para suspender temporalmente los pagos de la deuda soberana. Ahora tenemos que acelerar la implementación del Marco Común del G-20 para la resolución de la deuda. Las claves están en aclarar cómo se ha de usar el Marco y en ofrecer incentivos a los deudores para que recurran al tratamiento del Marco tan pronto surjan señales claras de problemas de sobreendeudamiento. La interacción temprana con todos los acreedores, incluidos los del sector privado, y cronogramas más cortos para la resolución de la deuda harán que el Marco Común cumpla una función más importante y resulte más atractivo.
Ayudar a hacer frente a la deuda es importante, pero no es suficiente. Dadas sus enormes necesidades de financiamiento, muchos países en desarrollo precisarán más respaldo no solo para captar ingresos sino también para conseguir donaciones, financiamiento concesionario y apoyo a la liquidez. En este sentido, el FMI ha tomado medidas sin precedentes para reforzar su ayuda, por ejemplo, al proporcionar financiamiento nuevo a 87 países y al aprobar una asignación histórica de derechos especiales de giro (DEG) de USD 650.000 millones.
A los países ya les ha reportado beneficios mantener los nuevos DEG como parte de sus reservas oficiales. Y algunos de ellos ya están usando parte de sus DEG para atender necesidades prioritarias, como importar vacunas, aumentar la capacidad de producción de vacunas y brindar apoyo a los hogares más vulnerables.
Ahora extendemos un llamado a los países con sólidas posiciones externas para que destinen voluntariamente una parte de sus asignaciones de DEG al Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza, para así ampliar nuestra capacidad para conceder préstamos sin intereses a países de bajo ingreso.
En tercer lugar, comprometernos a participar en un programa integral para reducir a cero las emisiones de carbono para mediados de siglo.
En nuevos análisis, el personal técnico del FMI proyecta que incrementar la eficiencia energética y adoptar energías renovables podrían ser medidas de creación neta de empleos, ya que las tecnologías renovables tienden a ser más intensivas que los combustibles fósiles en cuanto al uso de mano de obra. De hecho, un plan de inversión integral con una combinación de políticas de oferta verdes podría elevar el PIB mundial aproximadamente 2% en esta década, y crear 30 millones de nuevos puestos de trabajo.
Dicho de otro modo, al tiempo que procuramos reducir las emisiones a cero también podemos fomentar la prosperidad, pero solo si actuamos juntos y si ayudamos a garantizar una transición que beneficie a todos. Dentro de las sociedades y entre los países, los más vulnerables necesitarán más ayuda para lograr la transformación estructural a una economía de bajas emisiones de carbono.
Una cosa está clara: fijar un precio robusto para el carbono es el eje de cualquier programa integral de políticas. El liderazgo del G-20 en este sentido será crucial, especialmente a la hora de generar apoyo para un precio internacional mínimo del carbono. Actuar al unísono también ayudaría a superar los obstáculos políticos.
En una propuesta presentada por el FMI, un precio mínimo para los grandes emisores de carbono tendría en cuenta el nivel de desarrollo del país. También admitiría la adopción de regulaciones equivalentes en lugar de un mecanismo explícito de precios como el comercio de derechos de emisiones. Esto podría dar un impulso a las reducciones de gases de efecto invernadero en un momento crítico para el mundo.
En la COP26 en Glasgow, los líderes del G-20 tendrán una oportunidad histórica para dar un paso notable en la dirección correcta en lo que se refiere al carbono y para apoyar a las economías en desarrollo. Estos países registran las tasas más rápidas de crecimiento poblacional y de demanda de energía. Pero son los que disponen de menos recursos fiscales para incrementar la inversión en adaptación climática y en reducción de emisiones, y a menudo carecen de la tecnología necesaria.
Como mínimo, esto exige que los países más ricos cumplan su promesa, asumida desde tiempo, de proporcionar USD 100.000 millones anuales para inversiones verdes en el mundo en desarrollo.
Por nuestra parte, estamos haciendo un llamado a canalizar los DEG para establecer el nuevo Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad, avalado firmemente por los países miembros durante nuestras Reuniones Anuales. Esto permitirá atender las necesidades de los países de bajo ingreso y de los países vulnerables de ingreso mediano, incluidas las relacionadas con su transición a una economía más verde.
Concluir y reforzar el acuerdo histórico sobre un impuesto mínimo a las sociedades a escala mundial también ayudará a movilizar ingresos para inversiones transformadoras.
Estas y otras prioridades acapararán la atención de los líderes mundiales durante su reunión en La Nuvola.
Esta estructura futurista y adaptable se construyó gracias a una confluencia de visión, cooperación y tesón, precisamente lo que necesitamos del G-20 en este momento clave. Para afianzar la recuperación y construir un futuro mejor para todos tenemos que actuar de forma mancomunada y enérgica, y de inmediato.